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Tribuna publicada en EL ECONOMISTA
Por: Iván López, VP Corporate Global Sales de ODILO
El actual panorama empresarial mundial se ha transformado en los últimos años en un entorno altamente competitivo y en constante cambio, lo que obliga a las compañías a mantenerse a la vanguardia, ya no solamente en lo referente a los productos y servicios que ofertan. La actualización y el desarrollo de las habilidades de los equipos de trabajo es fundamental, ya que facilita el contar con pertinencia y excelencia por parte de cada profesional contratado. Por este motivo, cada vez más empresas se centran en estrategias employer centric fomentando y promoviendo la formación de sus colaboradores.
Los programas de aprendizaje y desarrollo en las empresas se han postulado como uno de los ejes vertebradores de estas iniciativas desde hace varios años. Prueba de ello son los resultados del estudio The American Upskilling Study: Empowering Workers for the Jobs of Tomorrow, elaborado por Gallup ya en junio de 2021, donde el 65% de los trabajadores involucrados opinaba que aprender nuevas habilidades es un factor extremadamente importante para decidir si aceptan un nuevo trabajo. Además, el 61% afirmaba lo mismo para decidir si permanecen en su trabajo actual. En los últimos tiempos, continuamos viviendo un incremento progresivo de esta tendencia, tal y como sugieren los datos más recientes de la Guía del Mercado Laboral 2024 de Hays en el que el 35% de las empresas señala que invertir en programas de formación es una prioridad para el presente año.
Una manera de potenciar los programas de L&D en las corporaciones es dotando a los colaboradores de ecosistemas de aprendizaje ilimitados que sean acordes a los requerimientos, necesidades y formas de aprender específicas de cada uno. Mientras que, la empresa, obtiene datos relevantes que le permiten entender cómo y qué aprenden sus equipos con el fin de ajustar el contenido y experiencias de aprendizaje.
Históricamente, la formación en el sector corporativo se ha centrado en programas presenciales, seminarios y cursos externos. Si bien estos métodos tradicionales continúan demostrando un gran valor, la llegada de la era digital ha revolucionado la forma en que las empresas abordan el aprendizaje, diseñan sus programas formativos y desarrollan las habilidades de sus empleados. Estos nuevos modelos y formatos educativos han avanzado hacia enfoques más flexibles y personalizados, lo cual cobra especial relevancia en un contexto donde el trabajo remoto y la movilidad laboral son cada vez más comunes. Este cambio estructural
no puede pasarse por alto, ya que la capacidad de las empresas para adaptarse a esta realidad determinará en gran medida su éxito en el mercado global.
La adopción de modelos educativos basados en competencias y aptitudes es cada vez más común, debido a la necesidad de poner el foco en el desarrollo de metodologías específicas y de habilidades prácticas para el desempeño del puesto de trabajo en cuestión. Esto se traduce en la creación de programas diseñados específicamente para trabajar soft skills como, por ejemplo, la capacidad de adaptación al cambio, la resolución de problemas, la toma de decisiones y el trabajo en equipo.
Por su parte, el reskilling y el upskilling son sumamente relevantes para las empresas, puesto que permiten diseñar programas formativos alineados con los valores y objetivos de la compañía, y también mitigar los costes asociados a la rotación de personal. Según un estudio de Deloitte, el coste de perder a un empleado supera los 10.000 dólares, mientras que el Center for American Progress estima que el coste de una empresa que tenga un alto índice de rotación puede alcanzar el 213% del salario medio de dicha organización. Resulta obvio pensar entonces que es más rentable invertir en la formación de los empleados propios que acudir al mercado en busca de perfiles para su sustitución.
Al invertir en la capacitación y el desarrollo de los empleados actuales, las empresas no solo ahorran en costes de contratación y formación de nuevos trabajadores, sino que también fortalecen la retención del talento, mejoran la productividad y refuerzan la cohesión del equipo de trabajo.
Fomentar una cultura corporativa capaz de motivar, de reconocer y de recompensar el esfuerzo y el compromiso de los empleados con su desarrollo personal y profesional, trae sin duda retornos positivos en el desempeño de los equipos.
El capital humano es el activo más valioso de la empresa, y cuidarlo debe ser el objetivo primordial de la estrategia de cualquier compañía, independientemente de su sector y de su radio de acción. Al priorizar la formación y el desarrollo de los empleados, las organizaciones no solo aseguran su éxito a corto plazo, sino que también construyen una base sólida para el crecimiento y la sostenibilidad a largo plazo en un entorno competitivo que se mantiene en constante evolución.