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Boli, papel, calculadora y ¿móvil?

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Artículo publicado en LA RAZÓN

Por:  ARANTXA HERRANZ

Ante el debate sobre el uso de dispositivos en las aulas, los tecnólogos apuestan por un uso responsable y moderado

La irrupción y el impacto que los dispositivos electrónicos en los centros educativos es tal que hasta la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico)ha analizado el impacto que tiene el uso de las tecnologías en las aulas en su último informe PISA, que mide el rendimiento académico de los alumnos de todo el mundo en matemáticas, ciencia y lectura. Sus conclusiones son claras: hay una «relación positiva entre la integración intencionada de la tecnología en la educación escolar y el rendimiento de los alumnos», pero cuando los dispositivos son utilizados para el ocio el diagnóstico cambia radicalmente: «pueden distraer del aprendizaje, exponer a los alumnos al ciberacoso y comprometer su privacidad», además de ser «muy adictivos».

Además, también observa diferencias sobre los usos esporádicos o intensivos. Los alumnos que usan entre una y cinco horas al día la tecnología para aprender suelen tener mejores resultados que quienes nunca usan estos dispositivos. Pero los estudiantes que usan estas mismas pantallas más de una hora al día para el ocio tienen peores resultados de matemáticas.

Para aprender

En este contexto, Ainhoa Marcos, VP Education Spain y Global K12 de Odilo, cree que se debe apostar por el equilibrio, sin que sea todo formarse con nuevas tecnologías o renunciando a ellas. «La tecnología es una herramienta más, como las tijeras para recortar. Y hay que enseñar al alumno cómo usarla más adecuadamente», declara.

«El problema es que hasta ahora no se lo hemos enseñado. Les hemos dado una herramienta poderosísima. Sin límites. Pero lo que no podemos es eliminarlo de sus vidas porque forma parte de ellas y de su futuro», sentencia. «Nosotros no defendemos a ultranza que solo haya que leer o formarse en digital, ni que solo haya que hacerlo en papel. Evidentemente, los niños a edades más tempranas tienen que utilizar diferentes herramientas y tienen que aprender a manipular, a recortar, a pegar, a mancharse las manos, a escribir, a tomar apuntes en la escuela, en la universidad… Pero, como herramientas, también tienen que aprender a utilizar la tecnología», detalla.

En este sentido, Gonzalo Romero, director de Google for Education España, destaca a LA RAZÓN que, dado que las pantallas son una realidad omnipresente en la vida de los jóvenes, la educación «tiene la responsabilidad de fomentar la alfabetización digital, dotando a los estudiantes de las habilidades y conocimientos necesarios para navegar en el mundo digital de forma segura, responsable y crítica». «En un mundo cada vez más digitalizado, es fundamental que la educación incorpore las herramientas tecnológicas de forma reflexiva y con una perspectiva pedagógica clara. La tecnología ofrece un sinfín de oportunidades para enriquecer los procesos de enseñanza y aprendizaje, pero su uso debe ser responsable y seguro, siempre velando por el bienestar y la protección de los menores», reflexiona.

Contra las calculadoras

Fran García, director de Educación de Microsoft en España, defiende que, como con culaquier otra herramienta, la eficacia será mayor cuanto mejor sea su uso. «Creemos que la clave está en que hay que preparar al profesorado y formarle, evitar su escepticismo, demostrando los beneficios de la aplicación de una metodología educativa que sepa sacar provecho a todas las ventajas y beneficios que aporta la tecnología en general y la IA, en particular, siempre entendiéndose como un copiloto que ayuda a los docentes y al alumnado en su trabajo y formación», detalla.

La polémica sobre el uso de estas herramientas no es algo nuevo. Ya a finales de los pasados años 80 muchos profesores, especialmente de las áreas de conocimiento más técnicas, se mostraron contrarios al empleo de las calculadoras, especialmente las científicas, por parte de los alumnos.

«No puedes mirar para atrás. Es como volver al coche de caballos», reflexionaba Alberto Ruano, director general de Toshiba, en una reciente entrevista con LA RAZÓN. «El coche contamina, pero no irías de Madrid a Barcelona en coche de caballos. Pues con el uso de la tecnología en las aulas pasa igual», explicaba.

Este directivo reconoce que «no veo bien que no se utilicen libros o que se emplee excesivamente el ordenador», pero tampoco «veo bien que no se utilice la tecnología en las aulas porque, a día de hoy, es vital para todos nosotros. El mundo online ha crecido. Las tiendas físicas siguen. ¿Para qué ha servido todo esto? Para que el mercado crezca más y que te dé la posibilidad de informarte o de comprar. La informática sirve para ayudarnos a que nosotros tengamos mucha más calidad de vida y seamos más productivos», añade Ruano.

Pablo Ugarte, director general del área de Sistemas Personales de HP, defiende que la educación es una parte esencial de la vida de todos los jóvenes y que, por tanto, «debe atender al desarrollo de sus competencias para prepararlos adecuadamente para el futuro. La tecnología es un medio que potencia estas capacidades y la clave está en apostar por metodologías apoyadas por la tecnología en las que los alumnos deben pensar de forma crítica, intercambiar ideas para llegar a una solución, y, también, que ellos mismos resuelvan los problemas de forma creativa». La tecnología en educación, añade, «es el motor que permite a los estudiantes de todo tipo acceder a más oportunidades y abrirles la ventana al entorno profesional y por tanto prepararles para el futuro».

¿Prohibir los móviles?

Para la reflexión también queda el que en algunos países, los alumnos que tienen prohibido usar el teléfono en su colegio eran menos propensos a apagar las notificaciones de redes sociales y aplicaciones cuando se iban a dormir. Una de las explicaciones es que la prohibición de los móviles en los colegios puede hacer que los alumnos sean menos capaces de adoptar un comportamiento responsable en relación con el uso del teléfono.

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