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El paso del libro al eBook

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Por suerte, desde que el ser humano se organizó en sociedad ha sentido la necesidad de conservar su conocimiento. Salvo unos pocos grupos que han utilizado la oralidad como único medio de transmisión, el resto de civilizaciones ha empleado todo tipo de soportes, formas de libro y escritura para transmitir los conocimientos adquiridos de generación en generación.

Biblioteca Pública de Estocolmo

Del mismo modo que consideramos que el libro de los incas era el “quipu”, que los egipcios, griegos y romanos usaban el “rollo”, los tibetanos tenían los libros “pothi”, o los códices para el medievo europeo ; quizá deberíamos empezar a sentir como nuestro el eBook. Sentirlo como parte de nuestra cultura, de la evolución y mejora natural a la que tiende el ser humano. Puede que dentro de unos siglos, cuando seamos objeto de estudio de la historia, y no quede apenas nada de nosotros, se nos considere como los “padres del eBook”, al igual que Gutenberg lo fue de la imprenta occidental, y por tanto del libro impreso, que tantos problemas y discusiones provocó en su momento, del mismo modo que ahora lo hace el libro digital.

Si lo pensamos bien, un eBook, tableta, Smartphone… no se aleja tanto en aspecto de una tablilla de cera; los dos tienen una forma rectangular, un espacio enmarcado en el que se visualiza la escritura, un tamaño similar…  aunque en cuanto a utilidad difieren considerablemente. Quizá, un eBook esté más cerca, en ese sentido de una biblioteca, y es que en este nuevo soporte podemos llevar en nuestro bolsillo muchos más volúmenes de los que jamás tendríamos tiempo de leer. Podríamos decir que el soporte avanza al ritmo de la sociedad, o la sociedad se adapta a los nuevos soportes, no sé, pero ¿acaso no es cierto que actualmente producimos mucha más información escrita, de la que jamás podremos consumir? Quizá sea esta la razón que nos conduce a la necesidad de un soporte que nos permita guardar toda esta información, para poder disponer de la que más nos atraiga o necesitemos.

Imagínate al monje medieval, viajando durante meses, y cargado de libros, la necesidad histórica no solo de conservar el conocimiento, si no de transmitirlo ha existido siempre. ¡Cómo habría mejorado la vida del monje con una tableta! Con un buen diccionario de latín-romance, romance-latín que buscase directamente en el texto que estuviese leyendo. La Iglesia probablemente se hubiese opuesto a la novedad, del mismo modo que hizo con la imprenta, y es que los cambios dan miedo, estamos tan habituados a leer en papel, que a veces da vértigo y cuesta un poco de esfuerzo aceptar los nuevos formatos, ver las mejoras y admitirlas como un complemento que nos hará la vida más sencilla.

Pero no hace falta irnos tan lejos. El libro de bolsillo no solo permitió que gran parte de la sociedad dejase de ser analfabeta abaratando costes, y acercando la literatura a toda la sociedad, también ha aligerado el peso de los clásicos libros en tapa dura, ¿quién no prefiere ir leyendo en el metro un libro de bolsillo a uno con tapa dura? Pues resulta que el eBook no solo aligera aún más el peso, si no que nos permite llevar todos los libros que queramos sin que esto nos suponga cargar con ellos. Como diría J.R.R. Tolkien en su famosa saga: “un anillo para gobernarlos a todos”; que en este caso sería “un libro para leerlos todos”.

El Ebook ha llegado para quedarse, y me parece que es una oportunidad única para vivir el cambio histórico que esto supone: la convivencia entre ambos soportes, la reticencia de parte de la sociedad, las mejoras que supone el nuevo formato… pero sobre todo cómo el desconocimiento de la historia hace que esto se repita. Me atrevería a decir que en unos siglos volveremos a estar en la misma situación, pero eso sería ver el futuro, y por ahora (hasta donde yo sé) no existe un DeLorean con el que viajar al futuro, tendremos que conformarnos con vivir y disfrutar del cambio.

M. García González

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