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Pantallas en el aula: el debate no es el sí o no, sino el cómo y por qué

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Tribuna de opinión publicada por EL ESPAÑOL

Por: Ainhoa Marcos, VP Education Spain

El debate en torno al uso de dispositivos inteligentes y pantallas digitales en la educación se ha reactivado en las últimas semanas y, a menudo, confundimos la verdadera discusión central al respecto. Al inicio de año ya esta cuestión copó portadas y atención mediática que, durante los últimos días de 2024, volvió a ser palpable.

Desde el anuncio de Suecia de prohibir los móviles en clase hasta, por ejemplo, la intención de la Comunidad de Madrid de regular su uso, los estamentos políticos están priorizando esta cuestión de cara a próximos cursos. Un tema, el de la aceptación de las tecnologías en el aula, ante el que la sociedad está muy polarizada.

El análisis que se realizó de los datos del último informe PISA también contribuyó a generar cierta controversia al vincular el uso de dispositivos con la falta de atención de los alumnos, reforzando la opinión de muchos padres, de los cuales un 85% apoya su prohibición, según un reciente barómetro de SocioMétrica.

Sin embargo, mientras algunos cuestionan su impacto en el aprendizaje, la salud mental y las habilidades sociales, organismos internacionales como la UNESCO o la OCDE reconocen el valor del uso de los dispositivos y tecnología con fines educativos y sus inmensas posibilidades para preparar a los estudiantes para un futuro digital inevitable. Tal vez deberíamos replantearnos la pregunta: ¿Estamos preparando a los estudiantes para ser usuarios críticos, creativos y responsables de la tecnología en todos los aspectos de su vida? Este enfoque nos invita a ir más allá de las herramientas educativas y a integrar competencias éticas, sociales y técnicas que empoderen a los estudiantes tanto dentro como fuera del aula.

Es crucial distinguir entre la utilización de dispositivos tecnológicos con un fin educativo y su uso para el ocio. Mientras que el uso de móviles para actividades no relacionadas con la educación puede distraer y perjudicar el aprendizaje, dispositivos como tablets u ordenadores, contenedores de ecosistemas de aprendizaje ilimitado, ofrecen una oportunidad única para transformar el proceso educativo. De hecho, son un pilar fundamental en el desarrollo de políticas que se apoyen en estas herramientas para garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, incluida en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS4).

Así las cosas, el uso de las pantallas no es malo per se, sino que debemos ser conscientes del contenido y métodos pedagógicos con el que estas se alimentan, para determinar si son una herramienta para potenciar el aprendizaje. Nos centramos en el uso o no de pantallas como el fin, cuando este instrumento es el medio para alcanzar el objetivo final con los alumnos.

De hecho, las pantallas tienen una triple función que, en estos tiempos y tal y como se está articulando el modelo educativo, son fundamentales:

     1. Apoyar al docente en el proceso formativo

Como herramienta, los dispositivos tecnológicos con fin educativo multiplican las posibilidades y los recursos formativos para que el profesorado pueda enseñar de la mejor manera a los alumnos. Gracias a vídeos, animaciones o simulaciones, el proceso formativo se enriquece, facilitando la enseñanza del profesional docente y, por ende, el aprendizaje del estudiante.  

De hecho, este tipo de apoyo visual resulta especialmente útil en materias STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), donde conceptos abstractos y técnicos pueden resultar difíciles de asimilar para los estudiantes.

Las pantallas son el complemento ideal para conseguir un componente experiencial que ya es necesario en todos los aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, una simulación interactiva en un entorno virtual supera con creces las limitaciones del clásico gráfico. Una integración que, en este sentido, permite reforzar la comprensión a la vez que fomenta una mayor participación y motivación, facilitando así la labor del profesorado y brindando al alumno la posibilidad de contar con recursos que se adaptan a su forma de aprender.  

2. Ampliar el acceso a recursos educativos

Además, son una ventana a la digitalización del aula, permitiendo a los estudiantes acceder a una gama más amplia de contenidos. Esto abre la oportunidad de adaptar los recursos a distintas necesidades y estilos de aprendizaje, y personalizar la manera de enseñar a cada alumno. 

Los recursos digitales ofrecen una diversidad que se ajusta al ritmo y capacidades de cada alumno. Una posibilidad de adaptación que se encuentra como una de las mayores ventajas que ofrecen las tecnologías digitales.

En este sentido, las plataformas y ecosistemas de aprendizaje pueden recomendar ejercicios, lecturas y evaluaciones que abordan las áreas donde cada estudiante necesita mejorar. Un hecho que contribuye a un aprendizaje más efectivo, reduciendo la brecha entre alumnos y promoviendo una mayor inclusión en el sistema educativo. 

Por su parte, el profesorado puede acceder también a datos respecto a cómo y qué aprende cada estudiante, pudiendo ajustar su contenido y metodología para promover la asimilación de los conocimientos.  

3. Desarrollo de competencias digitales del profesorado y del alumnado

Destaquemos la importancia de integrar la tecnología en las aulas de manera responsable mediante el fomento de las competencias digitales del profesorado, del alumnado y por ende de la sociedad en general. 

Las políticas educativas no solo españolas sino Europeas fomentan programas de competencia digital como prioridad de los sistemas educativos.  Sin embargo, cuando se trata del uso de tecnología en el aula, surgen voces que abogan por su prohibición, lo que plantea una evidente contradicción. ¿Cómo podemos formar ciudadanos y trabajadores digitalmente competentes si el espacio educativo se convierte en un túnel del tiempo y en un espacio de realidad distorsionada donde la tecnología está ausente?

La formación es la respuesta al desafío digital. El verdadero desafío consiste en formar a estudiantes que sepan utilizar la tecnología de manera crítica y creativa. En lugar de prohibirla, debemos enseñarles a emplearla como una herramienta para resolver problemas, colaborar y aprender. El miedo a que la tecnología les quite empleos en el futuro es infundado; lo que realmente los dejará fuera del mercado laboral será su incapacidad para adaptarse a un mundo digital en constante evolución.

El aula, como espacio seguro y regulado, es el lugar ideal para desarrollar estas competencias. Aquí, los estudiantes pueden aprender a gestionar su tiempo frente a las pantallas, a distinguir información veraz de la desinformación, y a aplicar habilidades digitales en contextos significativos. Esta formación no solo prepara a los alumnos para el mercado laboral, sino que también los convierte en ciudadanos críticos, responsables y comprometidos.

En paralelo, la tecnología, además, también facilita la colaboración gracias a la puesta en marcha de espacios compartidos como foros, clubes de lectura, documentos compartidos o proyectos colaborativos, que permiten a los alumnos desarrollar sus soft skills como el trabajo en equipo y la resolución de problemas, tan esenciales para su futuro profesional.

Para que las pantallas en el aula cumplan su función educativa, es fundamental que su uso sea responsable y esté guiado por un propósito claro. Esto requiere un enfoque dual: por un lado, formar a los docentes en el empleo de estas tecnologías y, por otro, establecer políticas claras que regulen cómo y cuándo se utilizan los dispositivos. La clave no está en prohibir las pantallas, sino en asegurar que se integren de manera efectiva en el currículo, alineadas con los objetivos de aprendizaje.

Si enfrentamos el desafío de educar en su uso responsable, estaremos sembrando las semillas de un futuro en el que nuestros jóvenes no sólo sean competentes, sino también líderes en un mundo digital. El aula debe ser el lugar donde la innovación y el conocimiento se unen, donde formemos no solo a estudiantes preparados para un mercado laboral cambiante, sino también a ciudadanos digitalmente competentes.

En lugar de centrar el debate en la prohibición de dispositivos, es momento de redirigirlo hacia cómo podemos maximizar su impacto positivo en las aulas. Las pantallas, cuando se utilizan con un enfoque pedagógico, son una herramienta poderosa para complementar la labor docente, ampliar el acceso a recursos educativos y mejorar la asimilación de contenidos complejos. La pregunta no es si debemos usar pantallas en el aula, sino cómo podemos usarlas mejor para transformar la educación.

Imagen de pch.vector en Freepik

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